Cuando leemos o escuchamos la palabra “hacker”, en automático lo asociamos a la ciberdelincuencia, a la intrusión y al robo de información. Sin embargo, no siempre fue así.
El Massachusetts Institute of Technology (MIT), fue la sede principal para que grupos de estudiantes y amantes de la programación, se reunieran para desarrollar ideas que pudiesen incorporarse al proyecto ARPANET. Dichos estudiantes, formulaban atajos o soluciones simples y creativas que llevaban el nombre de “hack” y, por consiguiente, a dichos programadores comenzaron a llamarles “hackers”. No obstante, cabe destacar que los hackers de ese entonces no sembraban pánico, pues se trataba de un benigno grupo de estudiantes dispuestos a exprimir todas las ventajas de dicho proyecto y que demás, generaron lo que hoy conocemos como Internet.
Aunque si nos ponemos en una postura más quisquillosa, el primer hacker reconocido por la comunidad científica, se trataría nada más y nada menos del ilusionista Nevil Maskelyne, quien encontró una manera de interceptar los mensajes de los telégrafos y debido a la relevancia de ese hecho, su nieto Jasper Maskelyne ayudaría para interceptar mensajes durante la Segunda Guerra Mundial.
Quién podría imaginar que hace 200 años, comenzamos a ver a los hackers de otra manera, puesto que los registros históricos marcan el ciberataque al telégrafo óptico como el primer “gran hackeo”:
A finales del siglo XVII, Francia figuraba entre el vanguardismo tecnológico con su telégrafo óptico, el cual, tenía como uso exclusivo por parte del gobierno ya que se podían transmitir mensajes de vital importancia con menor premura que su antecesor el telégrafo eléctrico.
Dos astutos hermanos que se dedicaban a la venta de Bonos del Tesoro, tuvieron el ingenio y la audacia para que este gran invento, fuera su principal herramienta para llevar la ventaja en su labor.
En ese entonces, las noticias sobre las fluctuaciones del mercado tardaban mucho en llegar, pues el correo era un sistema de comunicación que no les permitía obtener noticias casi inmediatas de la información que necesitaban, dejando que fueran menos competitivos.
Así que los hermanos idearon un plan que los ayudaría a obtener los beneficios que sus competidores jamás podrían obtener por las vías legales y con una estrategia bien planteada, sobornaron al operador de telégrafos de la ciudad de Tours para que indicara mal los códigos de recepción.
Su maravilloso plan, culminó cuando su cómplice cayó gravemente enfermo, teniendo que dejar su puesto y evidentemente, su nuevo ocupante dejó al descubierto a los hermanos Blanc, quiénes no fueron juzgados por dicho crimen ya que en ese entonces no había ninguna ley que lo prohibiera.
La tecnología ha avanzado y los hackers, buenos o malos, han evolucionado, y algo que podemos aprender durante el proceso tecnológico, es que uno de los principales riesgos en cuanto a la ciberseguridad, seguirá cayendo en manos del factor humano.