En la actualidad darles una segunda vida a los componentes tecnológicos se esta convirtiendo en un método de producción sostenible, aprovechando materiales y componentes funcionales o adaptables a las nuevas exigencias, resultando en una ventaja competitiva para el mercado, ya que el reutilizar y reducir, disminuye costos y gastos.
Regularmente la mitad del consumo de energía global y las emisiones de dióxido de carbono se le atribuyen al sector manufacturero, por lo que las compañías de este sector, están estimulando a que los consumidores tengan una demanda y consumo sostenible a través de productos reciclados, perdurables y duraderos, con la enorme ventaja, sobre todo en compañías europeas donde pueden ser exentas de impuestos por la reducción de su huella de carbono, latitudes en donde su gobierno los incentiva a continuar con estas medidas.
Además de este tipo de incentivos, los gobierno europeos evalúan la efectividad y el cumplimiento de las regulaciones que alientan el uso de productos sostenibles, como por ejemplo el permitir que los autos eléctricos utilicen carriles para autobuses y aceleren su camino. La producción de productos que implican un segundo uso requiere un número suficiente de fabricantes y consumidores dispuestos y capaces de utilizar materiales reciclados, además de proyectos de aceleración de producción sostenible.
Un ejemplo especifico, son las compañías que producen baterías, ya que estas al ser desechadas de una forma incorrecta, contaminan suelos agua de una manera irreversible, ocasionando que se les ponga mayor atención a estos consumibles, realizando campañas de recolección y reciclaje de estas mismas.
Ahora, con el incremento de la producción de automóviles eléctricos, la producción de baterías de alto rendimiento también aumentó, así como los impactos ambientales causados por estas, recordando que toda producción de algo, conlleva un impacto desde su concepción, transporte, ensamble, embalaje, entrega y desecho.
Respecto a esto, diferentes economías han adoptado diversos enfoques para abordar el problema de crecimiento de baterías, siendo una de estas China, en donde han implementado medidas que responsabilizan a los fabricantes de automóviles eléctricos por algo llamado “tratamiento al final de la vida útil”, que prácticamente es que las compañías se hagan cargo de lo que les sucede a sus productos, una vez que el consumidor ha terminado de utilizarlas.
Las baterías de iones pueden seguir recolectando y descargando electricidad durante diez años más después de que se tiran o se termina su ciclo en un automóvil o aparato electrónico, es decir que aún tienen una gran segunda vida, que no se debe desperdiciar.
En algunos países como Alemania, se utilizaron las baterías usadas de un Nissan eléctrico (Nissan Leaf) para la captura de energía de 4,200 paneles solares, obteniendo una capacidad de almacenar energía suficiente para cargar medio millón de smartphones.
El uso de estas baterías puede ser mas eficiente si se enfocan a la energía vinculada con el almacenamiento de datos o uso de bases de datos, es decir, se puede implementar en machine learning y big data. Existen compañías como Audi donde utilizan sus propias baterías usadas para generar un circuito cerrado en la generación de nuevos productos, esto lo realizan en conjunto con la empresa de tecnología Umicore.
Existen numerosos proyectos para reutilizar y reciclar los residuos electrónicos en compañías que tienen amplios y profundos modelos de innovación, así como recursos económicos suficientes para generar la tecnología que puede lograr que esto suceda, sin embargo, no hay información suficiente para determinar si la segunda vida que se le da a estos productos tienen un impacto representativo en la reducción de emisiones de dióxidos de carbono o está combatiendo fuertemente al cambio climático.
En realidad no importan los proyectos que surjan para reciclaje o darles una segunda vida a los productos, más bien los esfuerzos deben de enfocarse al principio de la cadena de producción, diseñando productos durables y utilizando insumos que en su extracción el daño al medio ambiente sea lo menor posible, reduciendo los impactos negativos.
Lo importante de este tema es que la cuarta revolución industrial que ya hemos estado mencionado, sumada a un modelo de economía circular, está dirigiendo la producción sostenible a una reutilización y potencialización de una segunda vida de los productos, impulsando a los países y a las empresas a lograr un crecimiento sostenible, contribuyendo a la reducción de impactos negativos.